Volvemos a la rutina diaria, después de las fiestas navideñas, de las comilonas, las fiestas nocturnas, los cotillones, los besos a familiares que sólo ves una vez al año y ese largo etcétera relacionado con estas entrañables fiestas.

Volvemos al curro (aunque algunos nunca lo hemos dejado), volvemos a ver las mismas caras, el que siempre te pide cambio, la chica de la ONCE, ese compañero con el que te ries tanto y ese al que le sonries por no quedar mal, aunque te caiga realmente mal.

Volvemos a la tranquilidad, a no tener que ir pensando en regalos que todavía no se han comprado, en ir de compras a horas mortales cuando todo el mundo se empuja sin cesar en busca de ese regalo que todo el mundo quiere pero que ninguna tienda tiene o ese detalle para esa persona que realmente no conoces y no tienes la más remota idea que le gusta (y que irremediablemente acabas por comprarle unos calcetines, una toalla o algo similar, práctico y efectivo, nunca quedas mal).

Todo es volver a la cotidianeidad y todos esos cambios que habiamos prometido hacer en nochevieja se diluyen con las lluvias de estos días.

Aunque el bajón no es tan exagerado como el de las vacaciones de verano si que se intuye un poco de morriña a pesar de todo de que se acaben estas fechas, de tener más tiempo para ti aunque sea para gastarlo en otros, de variar tu ritmo normal y para ver a gente que nunca ves por tu propia cuenta, aunque sea para criticarla después.

Eso sí, al menos, vuelve House con nuevos capítulos...

La Araña de Jerusalem